Ellas son mi mundo. Son diferentes, pero parecidas. Son altas, son bajas. Se juegan por quienes valen la pena, y por lo que creen. Tienen sueños y los persiguen. Avanzan, a veces se equivocan, pero se vuelven a levantar. Seguido descansan algún rato. ¿Pero, sabés algo? Vuelan, vuelan alto, muy alto, y me enseñaron a hacerlo a mi también. Siempre se lo voy a agradecer. No todo es perfecto. Gritamos, discutimos, peleamos. Pero siempre volvemos a reir. A veces en conjunto, y siempre a carcajadas. Cuentan chismes, cantan, bailan. Revolotean. Lloramos juntas, contamos secretos e imaginamos futuro. Vivimos el presente. Ellas necesitan de libertad, aman la naturaleza, el campo, desconectarse del mundo. Hacen que cualquier momento sea especial. Hay días que necesitamos una dosis de barullo, con música de fondo, nuestras voces hablando al mismo tiempo y las sonrisas incontrolables. ¡Sale merienda! Se escucha. Y algún lugar se llena de todo. Los abrazos siempre estan, anécdotas para recordar y mucha comida en la mesa. Nos cuidamos entre nosotras -quién lo haría sino?- y demostramos cuanto nos queremos. Somos felices juntas. Somos heroínas, más bien, una suma de poderes. Jugamos, hacemos prendas, fotografiamos, filmamos, nos extrañamos cuando alguna no está, y celebramos los reencuentros. Cualquier circunstancia es válida para juntarnos y reirnos por un rato.
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