martes, 29 de septiembre de 2009

Nadie les abre la puerta pero ellos entran igual. Los miedos se instalan en nuestra vida y nos tiñen los ojos de desconfianza. Nos da miedo el enemigo y que finalmente nos gane la partida. Nos da miedo el amigo y que finalmente no sea todo lo bueno y noble que creemos.
Hay muchos miedos: al peligro, a lo diferente, a lo desconocido, a la soledad, al futuro. Pero todos se funden en uno solo, el más grande: el temor a no ser queridos. Tener miedo en un punto es saludable, porque te protege y te mantiene alerta. Pero hasta ahí. Si el susto te paraliza, mala señal. Sólo podemos comprender el miedo una vez que lo hemos superado. Esta tarea, a veces lleva años y necesita de ayuda. Todos tenemos temores, y el que dice que no, miente.

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